A veces me pregunto por qué mis padres no nos trajeron más a menudo a sus lugares de nacimiento. Siempre lo he visto como un reniego que no acababa de entender del todo. Ahora empiezo a comprender. No puedo evitar estremecerme al oír las historias que me cuenta mi madre sobre el pasado de mis abuelos y ahora entiendo muchas cosas. Nunca nos hemos preocupado mucho de conocer la historia de nuestras raíces, en parte quizás porque nos han querido proteger de lo que les toco sufrir a ellos y sobre todo, a sus padres, muy en concreto a mis abuelas Gabriela y Matea.
Para ellas va este escrito, para personas que sacrificaron sus vidas por sus hijos, que lucharon contra lo establecido en un tiempo en que lo más fácil hubiera sido abandonar y que dando una lección de coraje sin parangón puedieron salir adelante.
Un millón de gracias. Esto no quedará en el olvido.
C.