1918, una larga vida se está apagando. Una vida ejemplar, digna, dura, durísima se está apagando. Y aceptar ese hecho se me está haciendo más duro de lo que pensaba. Y si alguien me dice "ya tiene noventa y tres años" como justificante o atenuante de dolor, pienso para mi ¡¡¡y una mierda!!! no me vale, no me alivia.
No veo la sonrisa en su cara, por primera vez en toda mi vida no se la veo aunque motivos para perderla ha tenido, y eso se me hace muy duro. Mi yaya, la yaya de mis hermanos se esta yendo sin hacer ruido, como de costumbre, como siempre ha hecho durante su vida. Lo único que se ha atrevido a reclamar y con sinceridad creo que con toda la razón, ha sido a su Señor que no la retenga ya más aquí, diciéndole, casi exigiéndole ¿qué había hecho ella de malo para que no se la llevara junto con sus hijos?
Hay personas que dejan huella de una forma casi anónima y hoy me propongo que mi yaya Matea no sea una de esas, quiero que todos sepáis qué grande ha sido, qué grande es y qué grande será. Y pienso explicarle a mis hijos la vida de una mujer ejemplar para que no quede en el olvido del tiempo.
Te quiero yaya.