martes, 27 de julio de 2010

MISSA DE SANTES

Cuando decidí que iba a la Missa de les Santes era el hombre más feliz del mundo. De otra manera ni se me hubiera ocurrido ir. Yo, a una misa, de dos horas y pico... Qué droga podría tener en mi ese efecto devastador? Pues en realidad no es una, son dos las que lo conseguirían. Pero vamos por la hija de una de ellas que es motivo de mi escritura.

Después de cinco días "duros" llegaba la hora de la prueba definitiva. Un padre nunca dejaría a su niña recién nacida sola ante el peligro de las máquinas y los cables y de una desconocida Dra. Pues bien, yo la dejaba, no quería ir, estaba tan asustado que ni me acuerdo de ese momento, del momento que tomaba esa incomprensible decisión. Como casi siempre, ahí estaba ella para decirme lo que tenía que hacer y fui.

Cuando Lucía estaba en la sala de "encefalos" de Vall de Hebron, tan pequeñita, enrollada en una toalla y con la cabeza toda llena de cables me preguntaba ¿qué voy a hacer yo si toda esta pesadilla sale bien? Entonces la Dra. me dio la solución. Hablando mientras le hacía las pruebas le comenté que venía de Mataró y ella me dice, -dentro de una semana son Les Santes, me encanta ir a Missa de Santes, ¡es tan bonita esa misa!- Me lo dijo con tanta pasión que ahí supe que todo iba a salir bien, y también que yo tenía que agradecérselo de alguna manera... Y allí fui.

Y le di las gracias a Dios, era lo menos que podía hacer dentro de su sagrada casa. Desde entonces la distancia entre él y yo aunque sigue siendo grande, se ha acortado y eso es gracias a un ángel que se llama Lucía.

Gloria a Les Santes!!!